jueves, 24 de marzo de 2011

Madadafacka, me enamoré


Advertencia: Spoiler.

Capítulo 13

Bueno, como siempre he admitido que soy un hijo de puto y uno bien pesado e insensible cuando quiere serlo – y que en el fondo es una vieja buenachona, calmao` ¿esa palabra existe? Según Word no ¡fackiu guord! -, pese a las recriminaciones de mi “pololo” me negué a asistir a la misa y al entierro de Gustavo, nunca me han gustado esas huevadas, y como no soy creyente, pues no temo de que su alma me venga a tocar los cojones por las noches, o los huevos, las bolas, los cocos, las gónadas masculinas, o testículos del latín “testis” que significa testigo…

…el tipo ya estaba muerto…

Ahora si se preguntan lo que pienso o siento… -¿No, no lo han hecho? mala suerte *golpeo la mesa con indignación*, los relleno igual con reflexiones, ando hablador ¿Y qué tanto? Si la perra de Lalamy no ha querido escribir, obviamente estoy con diarrea verbal- bueno, me siento mal, pero… ya si siempre pensé que terminaría trancado en un auto en llamas, si el tipo era demasiado dopado, se lo advertí muchas veces porque no tenía nada de “glamoroso” morir así. En fin, la cagada estaba hecha, nosotros estábamos peleados, y ya no fui al funeral, no hay mas asunto en eso.

Igual loco saber que ya no voy a molestar al marciano a las dos de la mañana con mis “boludeces” por teléfono.

Tal como pueden apreciar, estoy escribiendo el capítulo trece. Llevo más que lo expuesto, y debo admitir que es raro andar publicando extractos, pero se me entró en ganas el mostrarles - a los que les interesa - lo que estoy haciendo.

Seré sincera al admitir que en parte abandoné parcialmente el mundo de las historias por ésta historia - valga la redundancia-, pasa que a veces uno se olvida de cómo escribias ciertas cosas, es que una también es tarada, comencé una historia sencillia y yo misma me fui complicando, como sea, he aquí lo que pronto subiré.

Para quienes aún no han captado cuál es mi nueva cuenta, soy Lalamy wet wet.


domingo, 23 de enero de 2011

He vuelto


Después de mucho tiempo he vuelto a la cancha, un buen tiempo de meditación, análisis y... ocio, mucho ocio, pero que sirvió para formar un punto de vista que complementaba al anterior. Realmente no sé si es para bien o para mal, porque claramente he cambiado como pseudo escritora (hasta le agrego la "p" a esta palabra). Pero bueno se hará el intento, próximamente subiré un capítulo más de una de mis historias, y así la irán siguiendo las demás. Hay una que específicamente me tiene un tanto "nerviosa", debo admitir con molestia, pero ya veremos... tanto tiempo alejada de las críticas me tiene un tanto suceptible, sin embargo, ya me convertiré en esta tipa que prefiere tomárselo todo como chiste, pese a que me digan cosas como "Ay, si insultas para llamar la atención, qué patético". Como sea, sólo velaré por mi propia autoestima, los otros que se contraten sus propios psicólogos.

Ahora mismo estoy haciendo malavares, porque la página de Amor Yaoi no me quiere dar la contraseña, así que... el regreso se está volviendo tedioso.


¡Ah! Justo ahora que al fin entraré al instituto me dará por escribir frenéticamente. Está comprobado que la tensión aumenta la inspiración, así que esperemos que el regreso de Lalamy sea productivo y no destructivo, sino... la carrera que elegí se irá con mis desechos orgánicos.

¡Besos gente linda! Gracias a quienes se unieron a mi sitio, somos pocos pero locos~

jueves, 25 de marzo de 2010

Café Amargo *Primera superación*



Un rostro borroso de cuyo nombre prefiero olvidar tal como él lo hizo conmigo, ha vuelto a aparecerse para nuevamente partir de un golpe el cráneo que cubre mi inocente memoria. Un secreto tan oculto entre los dos, que ahora sólo yo puedo guardarlo. Un amor del cual si bien fue compartido, en este instante se lo arrancó de su conciencia, dejando en mi una herida en mis recuerdos, sintiendo dolor cada vez que acudo a ellos.


Hoy lo he vuelto a ver, la sombra la cual buscaba bajo el sol… le he vuelto a amar, quise correr.


Se hacia llamar Damián.


Nos conocimos en el paradero que se hallaba cerca de mi casa. Aquella fría mañana fijé mi atención en un atípico joven que comenzó a tararear una canción que hasta ese entonces desconocía, era un bicho raro, era como sacado de un filme independiente. Me pidió un cigarrillo, obviamente no tenía, no fumo.


Fue amor a primera vista.


Tomamos la misma micro, él se sentó en el suelo aislado de todos, yo me quedé frente a él pero de pie, al otro extremo de la micro. Nos mirábamos, él más descarado que yo, en un principio dudaba de su acción, éramos hombres, pero resultó ser tan notorio que ya no pude engañarme a mi mismo. Fue cuando me comenzó a brillar los ojos, como cada vez que algo me pone nervioso, fue aterrador, tiendo a ser tan evidente que cualquiera se percataría de que soy un ñoño.


Tenía unos hermosos ojos verdes- bueno, esto sólo lo pude notar cuando ya me bajaba de la micro-, que combinaban a la perfección con su chaleco del mismo color. La gente lo observaba con disimulo al pasar, quizás a raíz de su hermoso y alborotado cabello anaranjado, y su postura de “Estoy sentado en el suelo como la basura ¿y qué?”


El sin duda era de otro mundo.


Al día siguiente nos topamos a la misma hora, sin embargo, el usaba terno, le acentaba muy bien, nunca había visto que a alguien se le viese tan espectacular, incluso yo sentía que se me veía como un disfraz, en fin….


Y de igual forma que el día anterior- quizás más- nos miramos, pero yo procuraba nuevamente en hacerlo disimuladamente, al contrario de él, quien clavaba la vista sin remordimiento. No obstante su mirada no era para nada cautivante, parecía enojado, no sé… demasiado seria. Eso no me gustó, así que lo ignoré hasta que me bajé. Fue una estupidez, le apliqué la “ley del hielo mental”.

Después intentaba todos los días salir a la misma hora para encontrármelo, con la diferencia que me acompañaban mis hermanos Lorena y Alex. Pero no apareció, y me deprimí, no deprimido al extremo de llorar , es sólo un decir porque continué mi vida de siempre. Obviamente no le comenté mi "amor platónico" a nadie o si no me tratarían de loco.


¡Como me gustaba vivir romances imaginarios!

A la semana siguiente apareció, deduje que se encontraba enfermo, o que no estábamos simplemente coordinados en el tiempo. Ya no aparentaba molestia, nuevamente tarareaba, y eso me hizo feliz. Subimos todos a la micro – digo “todos” porque estábamos Alex, Lorena, Yuo (mi primo), su hermana Miyarai, el joven y yo.

*Debo aclarar que vivo con mis dos primos, mis dos hermanos y mi mamá. Todos a excepción de la última -claro está-, íbamos al mismo colegio.

Lorena se sentó al lado del joven en el asiento que daba al pasillo. Ella comenzó a hablarme, pues yo estaba parado a su lado, eso no era malo, lo malo era que me hacía hablar también, yo no quería, me preguntaba cosas, se reía a carcajadas, yo igual, pero por dentro me moría de vergüenza, él por su lado sólo miraba por la ventana, me hizo sentir raro, todo el camino fue igual, me percaté después que escuchaba música, así que pude hablar sin problemas.

Al pasar el tiempo comencé a verlo día por medio, semana por medio, hasta que esa atracción se había convertido en nada. Como siempre, relaté una bella historia sin lograr el final esperado, lo tomé con humor, después de todo al menos maté tiempo soñando.

Siempre viví mejor mi vida en sueños que en realidades, como todo mundo ¿no?


Daniel (Lein) Lira (17)

Había sido como siempre una de mis tantas fantasías de pendejo solitario, fantasías que con el pasar del tiempo resultaban aún más extrañas y pervertidas…no, eso es broma. Hasta que un buen día fui a comprar unos CDs vírgenes a una tienda cerca del supermercado a un kilómetro de mi casa, fue cuando lo vi salir de un ciber que estaba a tres casas de donde yo me encontraba, él al parecer me vio, sin embargo, entré al local para que no se hiciera tan evidente que le estaba colocando mi obsesiva atención. Mi corazón latía muy fuerte, podía palpar sus pulsaciones con la yema de mis dedos, y era tan fuerte que temía que la vendedora lo percibiera.


Comencé a temblar, quería que terminara ya, quería verlo, saber donde vivía, o por lo menos por donde para pasar más seguido.


Fue cuando escuché una voz:

- ¿A cuánto están los CDs de DVD? – dijo una voz calma y baja, muy varonil por lo demás.
- Doscientos cada uno, tres por quinientos... –respondió la vendedora muy parca - ¿Cuántos quiere?
- Déme tres…


Miré de reojo, y vi a la persona que estaba junto a mi, ¡Era él! apoyado en el vidrio del mostrador con esa pose confianzuda observando no sé qué.


Entré en colapso, si bien hacía un segundo quería irme para verlo, ahora quería irme para desaparecer de su vista. Empecé a chequear una boleta bastante vieja, sólo para disimular mis nervios, y atolondradamente tomé el vuelto y mi compra, saliendo lo más rápido posible.

Al estar afuera me relajé, el plan repentinamente había cambiado, tenía que ir a casa.

Caminaba cuando escuché unos pasos detrás mío, me sugestioné, incluso creí que se me enredarían las piernas, pero fui bien idiota al creer que era el tipo que me robaba el tiempo con su presencia carismática, pues luego de ponerme tenso y mirar hacia atrás con una fingida naturalidad, vi a una vieja con cara de papel corrugado, no, exagero, sólo arrugado que me observaba suspicaz.


Suspiré.


No obstante, luego de burlarme por lo ridículo que suelo ser, empalidecí cuando lo vi cruzar la calle desde la vereda del frente, llegando adonde yo me encontraba, traté de no mirarlo, caminamos a la par.

Al doblar la esquina me tropecé -con nada y sin ser a propósito- empujándolo levemente.

- ¡Perdón! – dije medio lerdo.
- No hay drama… - me habló sonriéndome.

El era gay o bisexual.

No me pregunten como lo supe en ese instante, sólo me di cuenta de ello por mera intuición , su sonrisa fue especial, al igual que su mirada, me sentí peor de lo que ya estaba, y sin saber como llegamos a ello me comenzó a hablar…


- ¿Oye tu eres del colegio Lutero D-41?
- Si.
- Ah… ¿Y conoces a una Paola Zúñiga?
- No.
- Pablo conejeros.
- No
- Cristian Duarte
- No
- ¿En que curso vas?
- Segundo.
- Ah… eres chiquitito, con razón no los ubicas. Ellos son de cuarto, no sé si hablas con cabros de cuarto, yo no le veo el impedimento…
- No, no tengo amigos de cuarto.
- Ah- asintió con la cabeza-. Lo que pasa es que yo era alumno de ahí, el año pasado salí, y los que te nombre fueron repitentes de cuarto, conocidos, no amigos. Te preguntaba por si tu eras compañero de ellos, como siempre te veía en la micro, pero me daba lata preguntarte…
- Ah… - y no dije más que eso.
-¿Y como te va en el colegio? – continuó.
- Bien.
-¡Me lo imaginé! Tienes cara de o inteligente, aparte de tímido – rió.

No podía creer que fuera tan espontáneo, se me hizo algo admirable, siempre quise poder sobrellevar ,con total naturalidad, una conversación casual con un completo desconocido, sin tener que agachar la mirada, o desviarla producto de la incomodidad.

- Parece que no tienes muchas ganas de conversar…
- ¡No! ¡No es eso! Lo que pasa es que sí… soy un poco tímido…
- Y yo arisco, pero me inspiras confianza, aunque últimamente no te he visto en la micro, debes de estar yéndote o antes o después.
- Mm… lo que pasa es que mi hermana se demora mucho…

“¿Pero por qué le doy explicaciones?” me preguntaba, y el las aceptaba con un “Ah, con razón”

- Bueno, un gusto en conocerte – terminó por decir, deteniéndose – vivo justo aquí- y apuntó una casa colorada escondida entre las latas que llenaba los espacios que dejaba la reja –. Mañana te espero en el paradero para que hablemos, y si tu hermana se demora no te preocupes, te espero ¿bueno?
- Bueno- le sonreí.

Y al despedirnos me dio un beso en la mejilla, lo que me paralizó, luego de esto al ver mi no-reacción, me tomó del brazo y sujetándome de la cintura, me miró fijamente a los ojos sin soltarme. No es que yo sea de los que se dejan tocar por un extraño, pero es que entre mi delirio confundí la realidad con el sueño, él estaba siendo tal y como me lo había imaginado, y ante eso, no podía contener mis ganas de concretar mis fantasías. Era la primera vez que un hombre con sus características me miraba con tanto deseo, y yo simplemente no podía rechazarlo.

Como no pude rechazar el beso en la boca.

Yo respiraba rápido y profundo, moviendo mi cabeza ligeramente como acariciándome con su rostro, me sujetó más fuerte, lo cual demostró más deseo que estaba siendo bien correspondido.

Jamás me había atrevido a hacer tal cosa...

De inmediato me agarró una nalga entre el apasionado bocado de sus labios y lengua, yo me sonrojé ante su impredecible acción, él empalideció, y se alejó al instante sacando un manojo de llaves de su pantalón.

- Yo… yo… yo no hago estas cosas, yo…perdóname…- dijo.


Yo asentí con la cabeza, y esto dio pie para que se fuera sin decir nada.


Me quedé anclado fuera de su casa con una suspensión de varios segundos "¡Yo tampoco hago estas cosas!" pensé ruborizado, partiendo a mi casa aún con la sangre cálida. Definitivamente era un mal comienzo, tal como decía el dicho, "Lo que fácil viene, fácil se va" ¿Cómo dos extraños pudieron ser seducidos al punto de ignorar lo moralmente correcto?

Al otro día- Lunes- no quería toparme con él, tenía el estómago revuelto de sólo pensar en topármelo, fui incapaz de comer algo de desayuno, lo que conllevó al show matutino de mi madre por la buena alimentación de sus hijos. Me encontraba con Lorena, quien un tanto curiosa me preguntaba lo que me sucedía, pues en contra de mi voluntad pudorosa miraba hacia todos lados. En otra ocasión se lo hubiese dicho, pero en ese momento sólo incrementaría mis nervios, y como mi hermana podría ser cualquier cosa menos discreta, preferí ahorrarme cualquier papelón.

El paradero estaba lleno, sólo colectivos y autos recorrían la calle aumentando el gentío gradualmente, lo que indicaba que más de alguno iría colgando de la puerta. Tendía a confundir a ciertos jóvenes con... con... ¡Ni siquiera sabía su nombre!

"¿La habré cagado?" pensé, como se notaba que era la primera vez que experimentaba un suceso que distaba de lo común.

- ¡Ey! ¡Tanto tiempo!- escuché una voz detrás mío, mi corazón pateó mi pecho otra vez por su causa

Al darme media vuelta lo vi sonriente, lindo, resplandeciente, no parecía real...

Me olvidé por completo que mi hermana estaba a mi lado y lo saludé con una emoción contenida la cual sólo pude depositar con un beso en la mejilla. No se me podía despegar la sonrisa de la cara, parecía muñeca, y a su vez el tampoco.

- ¿Tu hermana?- me dijo saludándola.
- Si- musité.
- Son igualitos.

“Si...”

Y todo era "Si..." en ese momento, no atiné a decirle más que eso, sólo pensaba en lo que había sucedido el día anterior, en tanto mi hermana le metía conversación. Yo lo observaba hipnotizado, y él de vez en cuando me devolvía la mirada con una leve sonrisa.

Estaba condenado.

Al pasar los días nos volvimos casi pololos*, nos íbamos todos los días juntos, pero solos, trataba de salir más temprano que los chiquillos para estar con él. Cuando podía me iba a buscar al colegio y las mujeres se lo comían con la mirada, yo sólo reía, me sentía completamente afortunado de poder presumir tal pedazo de galán. Nuestro idilio era casi utópico, excluyéndonos del mundo sólo para disfrutar nuestra compañía mutua, nuestra relación de ensueño, basado en palabrería, regalos, chistes, y música…

Sin embargo, con el pasar del tiempo, hubo algo que gatilló el comienzo del fin; empezó a olvidarse de cosas que le había dicho con anterioridad, repitiéndole hasta casi cinco veces las mismas idioteces hasta el punto de llegar a la preocupación, no obstante, si le preguntaba la razón de su distraimiento se enojaba, tratándome pésimo, y como un patético perrito fiel, callaba…


Aparte de eso, había veces que se rehusaba a verme, yo lo aceptaba, no podía obligarle a soportar mi presencia todos los días, él tenía su espacio y yo le respetaba, lo que menos deseaba era que nuestra relación fuese asfixiante, pero eran semanas enteras que no me contestaba el teléfono, ¿A caso no me echaba de menos? Porque yo sí, y mucho, era lo lógico ¿no?

No obstante, el reencuentro era bellísimo, salíamos a lugares hermosos, o simplemente no íbamos a ninguna parte, siendo igualmente impagables.

Un día en el que me sentía un poco deprimido, lo fui a buscar a al casa, y no estaba, a la noche me fue a ver y agresivamente me preguntó el por que lo había ido a ver… yo obviamente le respondía que era por que lo extrañaba, y
terminábamos peleando como siempre.

Nuestra relación se transformó en eso, si no nos llevábamos mal, era un amor desenfrenado, del cual prometíamos cosas eternas, y planeábamos nuestro futuro… pero no me importaba los baches por los que pasábamos, yo creía que estos servían para fortalecer nuestros sentimientos, lo amaba, él era para mí lo máximo, aunque nunca se lo dijera, no sé si habría servido de algo…

Era muy atento y ausente ¿Se podía ser ambas cosas? En ese momento creía que si, pero con el tiempo dejé de tragarme ese cuento de fantasía, el simulaba estar conmigo, pero en realidad no estaba con nadie, y yo sufría… ahora creo que él también. Así fue como nuestra relación se iba malgastando, pudriendo, pero no quería desistir de ello, no podía estar sin él, Damián era muy genial, me hacía sentir parte de un mundo del cual nunca hubiera podido alcanzar solo, sin embargo, me corrompía la pregunta: ¿Habría otro?, cansando mi mente con constancia, había entrado en una desconfianza paranoica “¿Como alguien como el sólo podría estar conmigo?” me decía “¿Cual es la razón por la que se desaparece por semanas sin tener la necesidad de querer verme?”. Estaba dispuesto a disipar aquellas interrogantes, sin pensar en ese momento que el asuntoera mucho más profundo de lo que me imaginaba.

Fue un día martes, me acuerdo bien por que mi banda musical favorita daría un concierto, cosa que aplazaron hasta nuevo aviso, porque llovía con demasía. Damián llegó a mi casa empapado, hubiese sido una agradable sorpresa si no hubiese llevado consigo esa expresión fastidiada que últimamente veía con más frecuencia. Al abrirle la puerta lo primero que hizo fue retarme porque no le contestaba el celular, yo me sorprendí, en realidad había dejado mi celular en silencio por X razón- no me acuerdo bien-. Se percató que estaba solo y comenzó a gritarme, no lo soporté, lo encontré incoherente, y me dio miedo…

- ¡Me aburres! ¡Siempre lloras por que te dejo botado! ¡¿Y como no lo voy a hacer?! ¡Si siempre estas inubicable! ¡Tenía algo importante que decirte, y me haces pegarme el pique para hablarte con esta lluvia torrencial!
- ¿Que pasó?-me preocupé.
- ¡Nada!
- ¿Eso es verdad?

- ¡Sí!- no bajó el tono de su voz.

- ¡Deja de gritarme! ¡Que mal genio!
- ¿Y por qué no te miras al espejo, maricón llorón, que no se le puede decir ni una hueá?
- ¡¿Oye que te pasa?! ¿Que te dio por insultarme, ahora?, parece que se te olvida que soy tu pareja
- ¡Pareja! ¡Y crees que yo voy a tener a un pendejo como pareja! ¡Me tienes harto con tus mamonerías! Hago lo posible, pero parece que tu eres demasiado para mi ¿no?
- ¿Cómo?- pregunté difuso.
- ¡Eso! No quiero verte más, no quiero verte la cara nunca más, me cansaste estoy harto de pololear con un santo, me aburren tus anécdotas, tus filosofías, tu besos con gusto a leche, que ni siquiera sabes dar, no sirves para nada, no me sirves para nada, no me busques y no me llames, estaba deseando este momento para patearte en la raja, ahora llora con razón.

Jamás olvidé esas palabras, por un momento creí que lo había hecho todo mal, me sentí un imbécil, se fue, pensé que el imbécil era él, y me di cuenta que botó su amor en mi puerta, y que yo había aguantado demasiado.

¿Excusas para terminar conmigo?

Fue lo primero que pensé.

Ya habíamos tenido un incidente parecido, en una “tokata” en la que él cantó con su banda; un incidente del que no deseaba recordar porque me dolía. ¿Habrá sido por eso que terminó conmigo?

Fui un estúpido al seguir con él.

Y porque soy paciente, pero no arrastrado, no lo busqué porque él y yo habíamos terminado desde un comienzo.


Al mes siguiente me contó un amigo en común que él era adicto a la heroína, y que se había internado voluntariamente para rehabilitarse, ya que se dio cuenta que su vida valía una mierda.

No me había percatado de nada...

¡De ahí la razón de su desesperación al no encontrarme, le daba la angustia y necesitaba distraerse, y de ahí su ausencia, la compensaba drogándose! Aunque nunca entendí la verdadera razón de su dependencia, como tampoco entendí su temor a decírmelo.

No pude odiarlo

Lo fui a ver tres veces, pero no quiso verme, cada vez me rechazó peor, estaba pololeando con una linda joven la cual lo ayudaba con su rehabilitación, se veían enamorados, entonces me pregunté con un eco en mi mente: ¿Dónde quedaba yo en esta historia? ¿Desde cuando me había borrado de su vida hasta el punto de que al ver a su madre me preguntara “Y quién eres tu”?

Lloré, todas las noches, me acostaba temprano para hacerlo, era un "algo" horrible lo que me sucedía, al cual no le podía hallar nombre ¿Rencor?, ¿Tristeza?, ¿Rechazo?, no… no era nada de eso… lo que me hería no era una emoción, ni un sentimiento, ni si quiera una sensación, lo que calaba hondo en mi pesar era “olvido”, el olvido me hacía sentir inexistente, impalpable, casi como un pequeño suspiro, y como me sentía así , la gente comenzó a olvidarme también, a ignorarme, al mirar a donde estaba y no ver nada, sólo yo y mis pensamientos, solo yo y el olvido, pero entonces ¿Por qué yo no podía olvidar?

La respuesta era obvia… por que me dolía.

Después de esto pasó menos de un año, y ayer lo volví a ver, quería correr, quería sentirme inexistente otra vez, sin embargo, aprendí una cosa con en mi agonía silenciosa, yo estaba vivo, y estaba ahí, estaba viéndolo y el me vería a mi. Se encontraba con su polola, que le acariciaba su pelo, el cual seguía naranjo, con la diferencia que estaba mas corto, hermoso como siempre, pero su cara había perdido fulgor. Respiré profundamente, e ignorando el temblor de mi cuerpo y el brillo innegable en mis ojos, caminé hacía él, pasé a su lado, me miró, lo ignoré, y llegué hasta la otra esquina, en donde doblé apunto de vomitar mi estómago, desapareciendo de su vista para siempre.

Luego de eso me detuve, recordé todo el sufrimiento que me tragué para no convertirme en víctima, en todos esos días que esperaba la micro en el paradero que anidó al amor a primera vista, y todos aquellos detalles que en mi vida marcaron una gran diferencia…

Ya cuando concreté mi angustia, corrí...

Adelanté a la gente que parecía detenida por el tiempo, sobrepasé las reglas en la cual la gente normal no corre si no está apurada, corrí por correr, por que me nació hacerlo, por que necesitaba desprenderme de algo, como si al inhalar tragara la angustia y al exhalar la botara, todos tenemos un método para superar las circunstancias, y esta era mi manera de decirme a mi mismo “Aún estoy aquí”, y para sentirme mejor me lancé al pasto de una plaza como si de un abismo se tratase, respirando así por primera vez en mucho tiempo, ya que desde ese momento me di cuenta que ya no era el mismo, y que si bien sentía las mismas cosas por él, lo había superado y eso, me enseñó a amarlo de verdad, pero no como amor insufrible, no me dio la oportunidad para hacerlo, pero sí como un amor generoso que se abandona para que pueda ser feliz, ya que yo a su lado fui incapaz de ayudarlo, y él fue incapaz de ver en mi una salida.

No fue culpa de ninguno de los dos.

Lo único que lamento es que no haya sido tan importante para él, como para no darme una minima explicación, pero tampoco me haré la víctima, reconozco que como pololo fui un fracaso, y que no estaba preparado sicológica ni emocionalmente para estar con él, menos con su problema, y creo que el también lo vio así, es por eso que no le guardo rencor.

Jamás le guardé rencor...


Y bien, hasta qe subí el capítulo nuevamente de esta historia, y quedé medianamente satisfecha jaja... como sea, espero que haya sido de su agrado.

martes, 23 de marzo de 2010

Café Cortado * Primer Capítulo*

Fue como empezar de cero…

Cuando llegué de Barcelona a Santiago, todo me pareció sumamente diferente, está bien, no puedo pedir que en tres años todo se mantuviese intacto, me encantaría, pero sería pedir demasiado…

… está bien, siempre pido demasiado, pero ahora sería excederse.

OK, siempre me excedo…

Cuando tomamos un colectivo a las afueras del aeropuerto, el bruto de mi padre, como siempre, me regañó porque abrí toda la ventana siendo que hacía un frío de muerte ¡¿Pero que quería?! ¡Me sentía ahogado! Ni siquiera dejó que tomara aire luego de estar horas con el culo cuadrado en ese bendito avión…

…con lo que me gustaban los aviones…


Ni él, ni yo teníamos el carácter para soportar las manías del otro.


Mi padre había sido hijo de militar, él pasó a serlo por un largo tiempo, y por una extraña razón no quería que yo siguiese sus pasos, no obstante, pese a toda negación de que yo le sirviera a la patria, la enseñanza que recibí a lo largo de mi corta existencia fue bastante parecido a un regimiento, no porque le gustase, quizás siendo estricto era la única expresión de cariño que conocía como padre.

Nunca me quejé de ello.

Si bien pasé tres años fuera del país, seguí aplicando modismos chilenos en mi casa, mi madre me lo recomendó para que no perdiese la costumbre de momento en que volviese a mi país de origen, lo que me sirvió bastante, sobre todo cuando oía al conductor hablarle a mi progenitor.

La llegada a la casa, luego de tensos cuarenta y cinco minutos en los que él y yo no nos dirigimos la palabra, fue un asco. Mi padre andaba idiota, y de paso yo también, la limpieza fue una repulsión, y el orden un desastre, aunque sonase paradójico el decirlo.

Criticaba todo lo que yo hacía, y como soy un maldito trastornado por el aseo, todo se volvió un caos, finalizando la noche con un portazo- cada uno por su lado- y unos cuantos gruñidos de mi parte.

Detestaba cuando me decía “¡Eres un maniático! ¡Nadie te soporta!”

“Es algo que me lo heredó tu esposa, papi ¿No la amabas tanto por ser tan pulcra?” le decía constantemente.


Y bueno la misma aburrición de mi vida, dos días ordenando en tanto el viejo me buscaba un colegio que admitiese a un tipo conflictivo, rabieta, y con unas calificaciones mediocres como las mías. Esperaba que me inscribiese en algo medianamente “aceptable”, jamás me quiso acostumbrar a lo mejor, diciéndome como excusa que era para “formar carácter”, a lo que yo llamaba “evitar dependencia”, ya que si sometía a su hijo a un ambiente crudo, sumado a la enseñanza previa, se volvería un animal autónomo, y así lo dejaría en paz a la hora de abandonar el nido. Es una teoría rebuscada, pero créanme, él es así.


Una tarde llegó con una sonrisa de medio lado- primer indicio para desconfiar-, diciendo “Mañana mismo entras a clases”

- Pero que eficiente…- dije leyendo un artículo sobre la vida amorosa de Oscar Wilde- ¿Y como se llama la cosa?
- Liceo Lutero.
- Que feo…- dije sin despegar la mirada de la revista.
- Y eso que no has visto el uniforme. Es una polera burdeo, con una insignia bordada de color amarillo.
- ¿Ya la compraste?- retiré mi vista del artículo para ver si traía consigo una bolsa que indicase una compra, y efectivamente, la había.
- Sí- afirmó a lo que ya me percaté.
- Que asco… y no me digas que el colegio es Católico.
- Uy sí, "Catolisísimo…."- rió.
- ¡Puta papá! ¡¿No pudiste hallar algo laico?!
- No quise.
- ¡Pero si ni siquiera crees en Dios!
- Es hora de creer, se vienen tiempos difíciles- caminó hacia su habitación arrojando la bolsa al suelo.
- Ya, en serio, ¿Cómo se llama el colegio?
- Lutero… Lutero D-41- se detuvo en el marco de la puerta, no sabía de qué reía tanto.
- ¿Y es católico? ¿De verdad?
- Algo, casi nada. Al menos lo era, porque el antiguo director murió y su hijo está al mando, y no es muy fiel que digamos…
- ¿Y la polera es burdeo?
- No, es camisa blanca, así que deja de rabiar por algo tan banal como eso, y continúa con lo tuyo.


Por mí que jamás me hubiese hallado escuela, no me gustaba socializar, como tampoco disfrutaba adquirir conocimientos de cosas que no aplicaría en la vida diaria o que simplemente no me interesaba saber.

Ese mismo día me fui a dormir temprano, no tenía nada que hacer, la casa si bien estaba equipada con lo principal, le faltaba entretenimiento. Recuerdo que antes de irnos a España, por razones nada más que románticas, vendieron todo lo que pudieron para ganar dinero, pero no lograron deshacerse de algunos muebles, como tampoco fueron capaces de vender la casa, siendo arrendada por unos primos de mi padre quienes se encargaron de devolverla maltrecha, con un horrible decorado, y una alfombra prácticamente pelada. Ni les explico como mi padre se emputeció al ver tal falta de respeto y amor por un pariente que alguna vez se consideró cercano.

“Pero al menos se dignaron en dejarnos colchones… algo desgarrados, hundidos, pero a fin de cuenta es lo que nos ayudará a salir del paso” pensé intentando ser optimista.

Dejé a un lado la croquera, los lápices, y mi reproductor de mp3, y dormí plácidamente en lo que fue mi habitación cuando sólo era un niño que no quería dejar su hogar.


A la mañana siguiente mi padre antes de partir a mi podrido destino me ordenó que me portara bien, aunque fuese el primer día.

- Si nadie quiere hacerse el simpático conmigo, todo será perfecto- manifesté tan tajante como siempre.

Y me fui dando un portazo.

Siempre he pensado que tengo la mano muy pesada.


Terminé errando de micro, pues las enumeraciones se me eran muy parecidas, y como soy un tanto malhumorado, me maldije una y otra vez mentalmente, en tanto le preguntaba al conductor si llegaba o no a la calle señalada por mi papá. Lo peor de todo es que me bajé arbitrariamente a causa de mi confusión. Decidido a pedir indicaciones me acerqué a algunas personas, pero me dio vergüenza preguntarle a los transeúntes donde quedaba el maldito colegio, lo que me llevó a no decirles nada, es una de las cosas que más me intimidaba. Sí, verguenza de algo tan trivial como eso.

Me detuve a analizar mi alrededor, estaba varado en una supuesta avenida principal, y un supermercado estaba tras de mí.

Me rehusé a pedir ayuda.


En tanto caminaba hacia un paradero de micros para ver los recorridos de estas, la gente me miraba con detención, no me voy a ser el desentendido, claramente se fijaban en mis ojos amarillos, un amarillo no muy fuerte, pero que a la luz se notaban con demasía sobre todo si mi cabello era de un rubiecito casi nórdico.

Noté a unos tipos con la misma corbata burdeo a cuadros que yo traía puesta, e inevitablemente los seguí. Por momentos me percaté de que me miraban sospechosos ¿Por qué? si iba al mismo lugar que ellos…

…a menos que estuviesen dirigiéndose a otro lugar…


Me pareció el colmo de la paranoia, y luego de pensar en ello todo el camino, resultó ser una perdida de tiempo, pues sí fueron al establecimiento, y se encontraban retrasados por unos diez minutos, al parecer aquello no era nada grave, ya que aún así nos dejaron entrar.

Yo no acostumbro a la impuntualidad, pero esta la dejé pasar, prometiéndome no volver a repetir tal brutalidad.


Detuve a una mujer de baja estatura, de cabello corto y rizado y un pálido color melocotón en sus labios, para preguntarle acerca de la ubicación de mi salón. Ella me escuchó algo extrañada- luego supe que fue por mi acento, del cual intenté hacer lo más neutro posible-, y después de meditar unos segundos me dijo que fuese al segundo piso y que viese los carteles pegados en las puertas que indicaba los cursos, pues ella no recordaba con exactitud las ubicaciones. Algo tosco agradecí, y corrí hacia las escaleras preguntándome después porque lo había hecho de esta manera, fue algo… raro.

Al hallar el salón, vi a través de la ventana de la puerta doble, que un profesor de cabello cano y un terno que le quedaba grande, daba indicaciones para realizar las actividades que este mismo había escrito en el pizarrón acrílico.

Estaban en clase de física, la materia que más detesto.

Tímido toqué a la puerta, y una chica que mascaba chicle con la boca abierta me sonrió preguntándome lo que quería.

- Quiero pasar- dije cortante, no podía evitarlo, de por sí ya soy pesado, con los nervios no medía la tonalidad de mi voz.

Ella pareció incomodarse, y de paso yo también.

El profesor quien nos vio en la puerta, preguntó con voz rasposa que era lo que quería.

- Soy nuevo- dije mirando a la tipa que volvía a su asiento, ya que el hombre se me acercó.
- Ah… “nuevo”, pasa, pasa…- me empujó levemente del hombro- ¿Cómo te llamas?

Odiaba el contacto físico.

- Ángel- respondí con voz plana.
- “Ángel…”- repitió, y me detuvo frente a todos, quienes comenzaron a observarme.

Sentí calidez en mis mejillas, eran muchos ojos posándose en mí, de seguro me iba a presentar.

- Chiquillos, denme un minutito de silencio, por favor…- habló el profesor-Oye, tú…- le dijo a una joven alta, y de piernas muy flacas-, siéntate en tu puesto un rato ¿ya?

Ella obedeció moviéndose atolondradamente.

- Acaba de llegar un compañero nuevo, se llama Ángel, así que trátenlo bien- me quedó mirando detenidamente-, oye ¿Tú eres extranjero?
- No- dije a voz baja-, soy chileno, pero me fui a vivir al extranjero por unos años.
- Ah… de ahí viene tu acento… ¿Y alguno de tus papás es extranjero? , digo, por los rasgos que tienes…
- Mi mamá es sueca.
- Ah, mira tú… que interesante.

“Sí… interesantísimo…”

Todos estaban atentos a su interrogatorio.

- Pero tú tienes un acento más…
- Vengo de España.
- Ah… ahí está la cosa…

Sólo me quería sentar.

- Ahí está la cosa…- volvió a repetir en un murmullo-¡Ya! ¿Hay un puesto disponible?
- Aquí- dijo un moreno apuntando un lugar vacío tras de él, al lado de un muchacho cuyo pelo era de color rubio ceniza, y su mirada era tan fría como indiferente.


Apenas oyó esto, el rubio desvió la mirada hacia su cuaderno para comenzar a realizar los ejercicios.

Con un paso firme, y una mirada penetrante- según quienes me conocen afirman que me caracterizan- me acerqué al puesto asignado, esperando a que mi compañero de banco me diese la pasada- lo que hizo corriéndose levemente hacia adelante-, yo me senté con pesadez, y colgando mi mochila en el respaldo de la silla comencé mi día como estudiante, colocando atención en lo escrito…

No entendí nada…

Al receso me quedé sentado, pues no tenía a donde ir, ni con quien, gente se me acercó, pero me importó bien poco su bienvenida, ya que sus preguntas eran tan trilladas que preferí que me dejaran solo.

Mi compañero de banco se puso en pie y salió al patio.



Estaba tan aburrido…

Cuando apoyé mi cabeza sobre la mesa para simular que dormía, cerré los ojos para oír con detención lo que había a mi alrededor, las palabras se trenzaron al punto de no entender de que iba cada conversación que decodificaba mi mente.

Sólo alcancé a escuchar mi nombre, adornado con risotadas, eso me ofuscó.

De repente entre vagos pensamientos paranoicos sentí que alguien pateaba mi mesa; como considero que soy una persona de reflejos rápidos al extremo, llegando a parecer “saltón”, me senté de golpe para encarar a quien lo había hecho, sin detenerme a pensar si fue accidental o no.

Mi raciocinio sólo trabaja después del impulso.

Un tipo que medía alrededor de dos metros, muy delgado y de un cabello negro azulado cortado casi a machetazos me miró con seriedad.

- ¿Qué quieres?- le pregunté molesto, si deseaba hablarme ¿Por qué simplemente no me llamaba?
- Perdón…- dijo iniciando un muy contagioso bostezo-, me acerqué demasiado… mi intención no era empujar la mesa, pero tampoco debes mirarme con los ojos inyectados en sangre por eso.
- Como te mire es mi puto problema. Ahora dime que quieres.
- ¿Comiste algo? Digo… por el geniecito que tienes…
- ¿Vas a decir algo o no?- dije casi entre dientes, todos los ahí presentes me miraron sorprendidos, a mi me dio igual parecer un histérico, soy así y me importa una huea.
- ¡Uy que carácter!- exclamó una tipa a quien nadie aludió.
- ¡Tú no te metas!- le grité, luego me dirigí al mastodonte- ¡¿Me vas a decir algo o no?!
- Si… venía a saludarte…
- ¡Pues Hola!- me puse de pie y me marché.

Siempre han dicho que de cierto modo, soy tan odioso, que llego a dar risa.

Al menos creo que esa impresión le di a ese dinosaurio.


- Bah, se nota de lejos cuando a una persona le hace falta encamarse con alguien…- oí una voz masculina antes de salir del salón.

Mis ojos asesinos se detuvieron en un pelirrojo teñido, que usaba lentes “marcos al aire”. Se encontraba sentado sobre una mesa al fondo del salón, con una sonrisita muy provocativa.

Quería pleito.

“Primer día y ya peleando” pensé fastidiado en tanto no despegaba mi mirada del sujeto quien se puso en pie para dirigirse hacia mí.

- Tú eres el españolito ¿no? – preguntó con una andanza felina- ¿De qué parte de España eres?
- ¿Qué te importa?- contesté con una pregunta producto de estar a la defensiva.
- No seas así, no quiero pelear contigo, se nota que eres un buen tipo, relájate. Perdona a Yuo… no tiene la culpa de ser el doble exacto de Goofy
- ¡No me parezco a Goofy!- replicó el mastodonte conteniendo la risa.
- Si lo pareces…- dijo un rubio cono facha de modelo, que para mi sorpresa era casi igual de alto que el anterior.
- ¿Viste? Lucianito nunca se equivoca…- sonrió el pelirrojo divertido-. Pero a nadie le importa Yuo ¿cierto? Cierto- cambié mi expresión de molesto, a confuso, ¿Era mi idea o el tipo que me hablaba era muy gay?-. Soy Luciano Donoso, del Segundo “H”. Yo le dije a Yuo que te saludase porque te vi tan solito que quise hacerte compañía, pero como soy tímido, no me atreví a ir en persona.

¿Le debía creer? Claro que no.

De repente oí por parte de un tipo que se encontraba a un lado de la ventana que dijo “No le hagas caso, es un violador promiscuo y profanador de cunas”

- ¡Pero que hocicón!- contraatacó el aludido- ¡Tengo buenas intenciones!
- Si claro…- ironizaron todos al unísono mientras reían.
- Bueno, al menos denme el beneficio de la duda- rió.

Por alguna extraña razón me sentí el juguetito nuevo de la clase.

Y sin dar explicaciones me di vuelta para largarme lejos de ese circo.

- Espera, espera, espera… ¿A dónde vas?- Luciano me tomó del hombro-. Hablemos, seamos amigos, ¿Qué vas a hacer afuera? ¡Solo más encima! No…ven, nosotros vamos a hacer tus amigos.
- No- dije tajante, adhiriendo mis ojos a los suyos, dándome cuenta que eran de un hermoso color grisáceo.

Moví mi hombro con brutalidad, y con este mismo modo brusco me fui del salón para no prestarme a las burlas de ese trío que con el pasar de los segundos se expandió hasta toda la clase.


Me sentí en la cúspide de la molestia- ¿Cuándo no?-, pues presentía que a raíz de mi carácter fuerte terminaría siendo presa diaria de provocaciones con apariencia simpática para los espectadores. Para mi alivio cuando tocaron la campana que daba paso al ingreso a clases, me percaté que Luciano iba en un curso superior al mío- yo estaba en primero medio-, lo que implicó limitar el “bullying” a sólo los instantes de receso, lo que no era demasiado.


Corrí la silla con brutalidad- ya no estaba enojado, pero no puedo evitar tener la mano pesada-, y me senté de un golpe haciendo que la mesa de atrás se moviese.

- Ten más cuidado…- oí una suave voz a mis espaldas.

Miré hacia atrás para pedirle disculpas, pues no soy tan malcriado como para no reconocer un error, y cuando detuve mi mirada en su rostro no logré evitar sentirme ligeramente atraído por quien me había hablado, pues sus rasgos eran tan agraciados, y su mirada tan amigable que no logró pasar desapercibido por mi vista de águila.

- Perdón, fue sin querer…
- Ya, si está bien…- sonrió el pecoso, y un tanto tupido me di vuelta, para colocar mi vista al frente.


No pasó ni diez minutos cuando me enteré a la fuerza que él se llamaba Matías.


¿Les había contado que yo era homosexual?



Bueno, aquí estoy subiendo esto. Es bien pendejo el primer capítulo, pero bueno, ya me conocen ¿no? Ángel agarrará su personalidad mas transgresora conforme avance la historia, ya lo conocemos... está chiflado.

Espero que lo hayan disfrutado.

domingo, 21 de marzo de 2010

La tumba de las luciérnagas

Cuando vi está película, la palabra “luciérnaga” ya no tuvo el mismo significado para mí, está es una de las obras que si bien me marcó, no la vi mas de dos veces en los seis años que han transcurrido, sin embargo, cada vez que escucho su nombre, vuelven a mí los recuerdos de una historia sobrecogedora de dos niños luchando en contra de un destino que ya se veía venir…


“Hotaru no haka”(火垂るの墓), o “La tumba de las luciérnagas” es una animación dirigida por Isao Takahata, en compañía del Studio Ghibli. Es del año 1988, y está basada en la novela de Akiyuki Nosaka. La historia es acerca de la vida de Seita, y Setsuko, dos niños azotados por las consecuencias de la segunda guerra mundial.

La manera en como tratan esta historia es crudísima, y a la vez muy bella. El mundo hostil que envuelve a estos dos hermanos llega a darte impotencia, y desolación, culminando en la amargura del esfuerzo en vano.

No obstante no te deja del todo resentido con el mundo, supieron como apaciguar ese lento sufrimiento con un final que te deja silencioso de momento en que aparecen los créditos. Personalmente diré que para mí fue un retrato mío con mi hermanito, entendiendo esa desesperación de querer brindarle todos los beneficios que se merece, e impotencia de no poder satisfacerlo como yo quería.


No hay fantasía en esto, como en otras obras del Studio Ghibli, sólo realidad, la historia es tan sutil y exacta, que se me hace difícil ser objetiva cuando hablo de ella, espero que, a quien lea esto y no la haya visto, pudiese darse el tiempo de ver esta obra maestra, les aseguro que no se arrepentirán.








“Nosotros jamás las hemos visto, pero concordamos que ellas representan el alma de los muertos que se reparten por el mundo, iluminando un sueño que algún día podremos ser parte si nos volviéramos a ver.” (Cuando las luciérnagas toquen a tu puerta)


Lein

sábado, 20 de marzo de 2010

Intento de bienvenida


¿Cómo empezar esto? Ehm... no, definitivamente nada bueno vendrá en esto...

Hola, me presento, soy Lein, y junto con mi colega Lina -quien se presentará cuando se le de la gana, o la obligue- haremos algo mas para nosotros que para quienes nos lean, pues nos dedicaremos a comentar acerca de mangas, peliculas, temas controversiales y triviales, incluso anécdotas de vida.

En fin, habia escrito algo hace un rato, pero...murió, así que queda esto.

Ahora los dejo con mi curriculum vitae para que me den trabajo, nah, sólo unas líneas de una historia que se llama... no, no tiene nombre, como sea, es de homosexuales, espero que lo disfruten, les doy la bienvenida, y doy el inicio a esta nueva era, para mí, la del blog.

Canibalismo Latente

Muerdo su cuello. Como su carne, y me atraganto con su culpa,

Su sangre me huele a miedo, es lo que me obliga a correr por su lengua, la desgarro

La como y me olvido que tuvo, ahora es mía,

Ya no habla, ya no emite juicio oral, no me dice que me aleje,

Lo miro a los ojos, y no aguanto su pesar,

Así que se los arranco,

Los manipulo, juego con ellos,

Se escurren por mis dedos, su textura viscosa me hace querer aplastarlos,

Y lo hago.

Ya no puede verme, ya no puede saber que soy yo,

Tomo sus manos, la acaricio.

El no quiere que lo toque.

Le amputo ambos brazos, ya no pude sentirme.

No puede percatarse de lo que realmente soy y alejarse,

Ahora está perdido, tendrá que entregarse al placer de su muerte,

Ser mi bocado, ser mi plato favorito.

Soy un caníbal, soy su caníbal latente.





Lein